miércoles, 29 de noviembre de 2017

El proyecto que llevó luz a la Amazonía...







La vida en la Amazonía gira en torno al verbo surcar. Para los habitantes de las comunidades más aisladas, además de navegar significa abastecerse, comunicarse, comerciar, ir a la escuela o buscar un médico. La cuenca del río más largo del mundo delimita un ecosistema que va más allá de su atronadora naturaleza y determina la rutina, las perspectivas y los hábitos de decenas de miles de personas que se dedican principalmente a la caza y a la pesca. Siguen ancladas en un mundo en el que la luz eléctrica aún es una teoría, una suerte de prodigio narrado por algún cooperante o misionero como los que en el pasado atracaron en Nueva Unión, una aldea con alrededor de 80 pobladores que ocupan 11 palafitos a orillas del Napo, uno de los principales afluentes peruanos del Amazonas.


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